Una de las más primitivas paradojas conocidas es la de, el profesor de leyes griego, Protágoras, quien aceptó a un
estudiante pobre pero de talento y convino con él en impartirle
ensenanza sin cobrarle, a condición de que una vez que el estudiante
hubiese completado sus estudios y ganara su primer caso ante los
Tribunales, le pagaría a Protágoras una cierta suma, a lo que el
estudiante acepto. Pero al terminar sus estudios, el estudiante no
emprendió ningún caso legal y Protágoras demandó al estudiante en
reclamación de esta suma. He aquí los argumentos que ambos alegaron
ante el tribunal:
- Estudiante: Si yo gano el caso, entonces, por definición, no tengo que pagar. Si pierdo, entonces no habré ganado mi primer caso, y yo no habré contraído la obligación de pagar a Protágoras si no es hasta haber ganado mi primer caso. Así pues, gane o pierda, no tengo que pagar.
- Protágoras: Si él pierde el caso, entonces, por definición, tiene que pagarme. Si lo gana, entonces habrá ganado su primer caso, y por tanto tiene que pagarme. En uno u otro caso, tiene que pagarme.
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